¿Cómo conocí a mi guía?
Muchas fueron las formas en que intente realizar un contacto con lo espiritual, meditación, yoga, alucinógenos, leí muchos libros y asistí a muchas reuniones pero nada logró llenar ese vacío, mi vida no tenía sentido ni rumbo.
Un viejo amigo me invitó a su congregación, sin muchas expectativas y más por su insistencia, accedí a acompañarlo.
Luego de unos coros y prédica del pastor llegó el momento de la oración, fingiendo un llamado de la naturaleza busque el baño, justo ahí en la salida estaba él, Adrián, alto corpulento, aparentando una edad mucho menor a la real.
Cuando lo conocí tenía 45 y jamás lo hubiera calculado a lo mucho 35 años, brazo cruzado mirada fija, ojos negros y grandes, intimidante, como un lobo siguiendo su presa.
Al pasar a su lado para salir, me preguntó hacía dónde me dirigía, yo le dije que al baño y me indicó que no era por ahí, le fui sincero, la verdad solo me quiero ir.
Me acompaño afuera y me preguntó ¿A qué viniste? La verdad no se, y le conté mi historia sobre el deseo de conocimiento. -Este no es el lugar que buscas, yo un día me hice la misma pregunta, tuve las mismas dudas y lo encontré, si quieres te puedo ayudar.
No soy de hacer amigos de esa manera, por lo general soy más de introversión con mis emociones y con celo de esas situaciones.
Sin embargo, mi curiosidad y lo casual de lo ocurrido me convenció de que mi nuevo amigo quizás podía ayudarme a encontrar mi destino; y que tendría la respuesta a mis preguntas. Debo admitir que también sentía temor de él y decirle que no.
Pertenece a un movimiento o secta que se autodenominan los iluminados, no son partidarios de ninguna religión o partido político, su ideal es la búsqueda del conocimiento, el desarrollo espiritual y la conexión con el universo, me explicó, y mucho más que me daría cuenta después.
Me preguntó que si le temía a la muerte, al demonio o al infierno, le dije que no, que de hecho dudaba de su existencia, obvio la muerte si bien no la deseaba tampoco la temía.
En fin, me pareció un buen prospecto como amigo. Me invitó a una fiesta en su casa, la cual no era muy grande pero si finamente decorada, colores claros y relajantes en las paredes, decoradas por llamativos cuadros, hermosas antigüedades.
Por lo menos unos treinta invitados entre hombres y mujeres, en apariencia una clase social elevada, todos y todas muy atractivos, altaneros a mi parecer.
Conversaba muy a gusto con un extraño, cuando de repente un chico pasado de tragos empezó a ofender a su pareja, al punto de empujarla, un espectáculo que por completo difería del lugar y la ocasión.
Quise ver la reacción del anfitrión, el cual era desapercibido por los demás, miró fijamente al borracho, cerro por un instante los ojos y al abrirlos el conflictivo personaje voló por la habitación como si un toro invisible lo embistiera.
Todos asustados y sorprendidos relacionaron el hecho a la ebriedad del sujeto, pero no, no sé como pero estaba seguro que mi amigo era el responsable de la situación sobrenatural.
Todos volvieron a lo que hacían como si nada hubiera pasado, la vasija y la mesa partidos por el joven fueron ignorados.
Por temor hasta mucho tiempo después me atreví a preguntarle.
El sujeto fue llevado por su pareja y otro joven al hospital, desconozco lo que sucedió con él.
Ese evento me convenció de que él me podía guiar y orientar, sacar mis dudas, pero también que detrás de toda esa fachada había algo oculto tan misterioso como poderoso, que aumentaron mi curiosidad.
Entonces accedí a que fuera mi guía hacía la iluminación. Su seguridad y convencimiento eran para mí la clave de lo que buscaba.
