Entre a la cocina, me sente y sobre el comedor coloque un cuchillo fino.
Entre a la cocina, me sente y sobre el comedor coloque un cuchillo fino, una segueta, una cabuya y un frasco de veneno.
Me tome un vaso de jugo y procedí a decirle los he elegido a ustedes cuatro porque son el camino más viable a mi muerte, pero aun tengo dudas sobre cuál de ustedes utilizar.
Ahora uno por uno debe darme su argumento del porque debería elegirlo ¡yo! ¡yo! Dijo el cuchillo emocionado, adelante dije, creo que soy tu mejor opción porque pienso en ti y se que quieres que todo termine rápido.
Conmigo sólo cortas tu garganta, yo te diré donde y veras que en menos de un minuto conocerás las llamas del infierno. ¡callate! Grito la cabuya.
Yo soy mucho menos doloroso que agonizar con tu garganta rebanada, estoy hecha de seda y no maltratare tu cuello.
No sentirás nada más que un leve estiron, pero llegarás pronto al cielo, te dice mentira, dijo el veneno, agonizaras peor que con el cuchillo, soy lo que necesitas, solo debes echar cuatro gotas de mi en medio vasó de agua y acostarte a dormir, un sueño del que no despertará, tu muerte será silenciosa.
Habían hablado tres y faltaba la segueta quien calló ¿y tu argumento? Le pregunté, Señor, dijo ella, yo no puedo ofrecerte una muerte suave, ni rápida y mucho menos indolora porque con mis tantos dientes desgarrraria primero tu piel y después tus duros huesos.
Todo esto sera demorado, agónico, tendrías que ir poco a poco cortando tus miembros hasta que no quede fuerza en ti, podras escuchar como separo tus huesos como trozos de madera el dolor que te causare es mucho mas que el que estos tres pueden causarle.
Dicho esto me levanté de la silla. Ahora sólo tengo un brazo con el que escribo esto, ya llego mi hora y el sonido de mis huesos siendo cortados son la mejor canción que he escuchado.
Gracias por ser sincera conmigo y darme tu cuerpo para destruir el mío ¡adiós!
