Solo era una prostituta ~ Mundo Espiritual Y Salud

domingo, 31 de mayo de 2020

Solo era una prostituta

Dijo el policía ante la mirada de los curiosos, que observaban el cuerpo tirado en el suelo con una sábana blanca y de donde salía un hilo de sangre. En seguida les ordenó que se fueran a su casa y todos accedieron, satisfechos con la respuesta. Él continuó haciendo anotaciones en su libreta, únicamente por una cuestión de protocolo.
"Piel morena, cabello chino, nariz aguileña, guapa (Eso último lo tachó) vestido de brillantina con aberturas en la espalda, tacones de plataforma ancha, collar de fantasía. Causa de la muerte; dos disparos por arma de fuego. Motivo de la muerte: desconocido" Cerró la libreta y se reunió con unos amigos cerca de una patrulla en donde comenzaron a bromear mientras otro equipo se encargaba del levantamiento del cuerpo.
Fuera de la sábana, Alicia (Así se llamaba realmente, aunque en las calles y sus clientes le conocían como Miranda) Todavía sostenía en su mano el palo con el cual intentó defender al pequeño Luis. Dos semanas antes mientras caminaba por las calles de aquel mismo Boulevard escuchó un chillido agudo. Detrás de unos botes de basura se encontraba, sucio y atemorizado un niño que rondaba los cinco años, o quizás seis. Ella le pasó su mano sobre el rostro y el pequeño niño se sintió tranquilo.
"¿En dónde están tus padres?" Preguntó con una linda voz. Él negó con la cabeza y se volvió a enroscar. Ella suspiró. "Las calles son demasiado duras para un niño, yo te cuidaré" Dijo. Le llevó a su casa y le dio una sopa caliente y después de un baño le acostó y le arropó como aquellos niños a los cuales no les habían abandonado. El pequeño Luis se sentía seguro y esa noche durmió como en ninguna otra, escuchando la canción de su protectora. Aquel sentimiento de felicidad le era extraño a su corta edad, pero se sentía bien.
Al día siguiente le compró ropa nueva y algunos juguetes, y aunque le decía que le esperara en casa el pequeño niño se escurría por una rendija y le seguía. Se escondía detrás de los mismos botes en donde le encontró y ahí esperaba a que llegara a salvo, bajando de algún auto. Escuchar el sonido de sus tacones le tranquilizaba y acto seguido corría a su casa para que ella no supiera que le había seguido.
El único día que salió de su escondite fue cuando un hombre estaba sujetando con fuerza a Alicia y ella gritó pidiendo auxilio, pero nunca creyó que fuera el pequeño Luis quien saliera a su rescate y atinara una patada en el tobillo de su atacante. El hombre aventó de un golpe al niño. Fue entonces cuando a Alicia se le olvidó el miedo y su corazón se llenó de coraje. Tomó un palo que estaba en el suelo y comenzó a propinar uno y otro golpe sin piedad, hasta que se escuchó la primera detonación y en seguida otra. En el último instante de su vida, ella supo que había cumplido su promesa y solo esperaba que la vida no fuera tan dura con el pequeño Luis.
Detrás de los mismos botes, y fuera de la vista de los policías y la gente, unos pequeños ojos miraban el cuerpo inerte de la mujer que le había tendido la mano y que le había brindado amor, como una brisa de paz en medio de la podredumbre. No, no era sólo una prostituta. Ella era su madre.

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