Helicobacter pylori
Incriminada inicialmente como causa de úlcera péptica,
H. pylori ha adquirido ahora la dudosa distinción de ser la
primera bacteria calificada como cancerígena. De hecho,
la infección por H. pylori está implicada en la génesis de los
adenocarcinomas y linfomas gástricos.
El escenario en el que aparece el adenocarcinoma gástrico se parece al del cáncer de hígado inducido por los VHB y VHC, porque depende de una mayor proliferación de células epiteliales sobre un trasfondo de inflamación crónica.
Como
sucede en la hepatitis vírica, el medio inflamatorio contiene
numerosos compuestos genotóxicos, como especies reactivas
del oxígeno. Al principio ocurre una gastritis crónica, que se
sigue de atrofia gástrica, metaplasia intestinal de las células de
revestimiento, displasia y cáncer.
Esta secuencia tarda varias
décadas en completarse y solo se encuentra en un 3% de los
pacientes infectados. Como ocurre con el VHB y el VHC, el
genoma de H. pylori contiene también genes directamente
implicados en la oncogenia.
Las cepas asociadas a adenocarcinoma gástrico contienen, según se sabe, un «islote de patogenicidad» con el gen A asociado a la citosina (CagA). A pesar de
que H. pylori es una bacteria nada invasiva, CagA penetra en
las células del epitelio gástrico y realiza diversos efectos, como
el inicio en la cascada de señalización que remeda una estimulación desregulada de los factores de crecimiento.
Como ya se ha señalado antes, H. pylori comporta también
un mayor riesgo de linfomas gástricos.
Los linfomas gástricos
se originan en los linfocitos B y, dado que estos tumores muestran algunas de las características de las placas de Peyer normales, a menudo se denominan linfomas del tejido linfático
asociado a la mucosa o MALTomas (también se expone en los
capítulos 13 y 17).
La patogenia molecular no se termina de
comprender, si bien intervienen, al parecer, factores específicos de la cepa de H. pylori, y factores genéticos del anfitrión,
por ejemplo, polimorfismos en los promotores de las citocinas
inflamatorias, como IL-1 (3 y factor de necrosis tumoral (TNF).
Se cree que la infección por H. pylori hace que aparezcan linfocitos T con reactividad a H. pylori, lo que, a su vez, estimula
una proliferación de linfocitos B policlonales.
Es posible que
durante las infecciones crónicas se adquieran mutaciones
actualmente desconocidas que otorgan a las células una ventaja para el crecimiento.
Estas células crecerían hacia un
«MALToma» monoclonal, que, aun así, seguiría dependiendo
de la estimulación, por los linfocitos T, de las vías de los linfocitos B que activan el factor de transcripción NF-kB.
En esta
etapa, la erradicación de H. pylori mediante el tratamiento
antibiótico «cura» el linfoma, al eliminar el estímulo antigénico de las células tumorales.
Sin embargo, en etapas más avanzadas, quizá se adquieran mutaciones adicionales que determinan una activación constitucional de NF-kB.
En este
momento, el MALToma ya no requiere el estímulo antigénico
de la bacteria para crecer y sobrevivir, sino que tiene la capacidad de extenderse hacia otros tejidos más allá del estómago.
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