Marcadores tumorales.
Los análisis bioquímicos de las enzimas, hormonas y otros
marcadores asociados al tumor en la sangre no sirven para el
diagnóstico definitivo del cáncer, pero ayudan a su detección
y, en ocasiones, a evaluar la eficacia del tratamiento o la aparición de recidivas.
Se han descrito multitud de marcadores tumorales y cada
año aparecen nuevos aspirantes. Solo algunos han resistido la
prueba del tiempo y continúan aportando ayuda clínica.
La aplicación de varios marcadores, como los enumerados
en la tabla 7-12, se plantea al exponer las formas concretas de
neoplasia en otros capítulos, por lo que bastará con mencionar algunos ejemplos muy conocidos.
Los análisis del antígeno
específico de la próstata (PSA) en la sangre, marcador del adenocarcinoma de próstata, se utilizan con frecuencia en la práctica clínica.
El carcinoma de próstata puede sospecharse si se
detectan concentraciones elevadas de PSA en la sangre.
Sin
embargo, la detección selectiva de PSA pone de manifiesto los
problemas que afronta prácticamente cualquier marcador
tumoral.
Es verdad que las concentraciones de PSA suelen
elevarse en el cáncer, pero también pueden hacerlo en la
hiperplasia prostática benigna.
Es más, no
existe ningún valor de PSA que asegure que una persona
no sufre un cáncer de próstata.
Otros marcadores tumorales, utilizados de manera ocasional en la práctica clínica, son el antígeno carcinoembrionario
(CEA), elaborado por los carcinomas de colon, páncreas, estómago y mama, y la a-fetoproteína (AFP), producida por los
hepatocarcinomas, los restos del saco vitelino de las gónadas
y, en ocasiones, los teratocarcinomas y los carcinomas de células embrionarias.
Por desgracia, al igual que el PSA, los niveles séricos de estos dos marcadores se pueden elevar también
en diversas enfermedades no neoplásicas.
Así pues, al igual
que el PSA, los análisis de CEA y AFP carecen de la especificidad y sensibilidad necesarias para la detección precoz de los
cánceres, pero ayudan a la detección de las recidivas después
de su extirpación.
Si se ha producido la resección satisfactoria
del tumor, estos marcadores desaparecen del suero; su persistencia o reaparición denota, casi siempre, una recaída
tumoral.
Otros marcadores de uso frecuente son la gonadotropina
coriónica humana (HCG) para los tumores testiculares, el
CA-125 para los tumores de ovario, y la inmunoglobulina para
el mieloma múltiple y otros tumores de las células plasmáticas secretoras.
La elaboración de pruebas para detectar los
marcadores cancerosos en la sangre y líquidos corporales
constituye un área de investigación activa y se centra, en particular, en el análisis del ADN desprendido de las células
tumorales moribundas.
Algunos de los ADN acelulares, que
están siendo evaluados como marcadores tumorales, son las
secuencias mutadas de APC, TP53 y RAS en las heces de personas con carcinomas colorrectales; los genes mutados TP53
e hipermetilados en el esputo de las personas con cáncer de
pulmón y en la saliva de aquellas con cáncer de cabeza y cuello, y el TP53 mutado en la orina de pacientes con cáncer de
vejiga.
Todos los avances en los análisis genómicos y tratamientos
dirigidos nos permiten augurar de forma segura que nos
encontramos en el apogeo de la época dorada del diagnóstico
y tratamiento tumorales. Aquellos de ustedes que se encuentren ahora en la facultad de Medicina asistirán, sin ninguna
duda, a rápidos avances en el diagnóstico y tratamiento del
cáncer cuando lleguen al ejercicio práctico.
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